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Orígenes de la educación confesional en Argentina: María Adela Suayter Monetti, doctora en Historia y pedagoga

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Orígenes de la educación confesional en Argentina 

Por María Adela Suayter Monetti, doctora en Historia y pedagoga 

Una vez que se dio la Conquista de América, Iberia (tanto España como Portugal) tuvieron que enfrentar un nuevo desafío: ¿Cómo se incorporaba el Nuevo Mundo a la cultura Occidental?

El estudioso de este período se encuentra frente a dos modos de concebir la Conquista: lo que se dio en llamar “leyenda negra” y “leyenda blanca”.

La negra enfatiza el hecho en el proceso de “aculturación” a que fueron sometidos los indígenas, arrasando sus formas culturales y sustituyéndolas por las de Iberia. Además, recordemos que no fuimos conquistados por una metrópoli renacentista. José Ingenieros afirma, como José Ingenieros “que expulsado de Europa el escolasticismo, fue a agonizar en España y allí se robusteció con una filosofía de base tomista” (Ingenieros, Raíces filosóficas de la cultura Argentina, EUDEBA). En suma, la cultura americana fue forjada en el molde escolástico que imperaba en el pensamiento español y lo mantenía alejado de las corrientes modernas. Esta leyenda negra, considera la Conquista y la posterior colonización, como  una empresa de aventureros que, movidos por el afán de lucro se lanzaron a la explotación del hombre y del suelo americano.

Por otro lado, los que están  a favor de la “leyenda blanca” enfatizan el hecho de que la metrópoli otorgó al Nuevo Mundo: su lengua, su religión, sus costumbres, sus leyes y su forma de pensamiento en materia educacional.

Más allá del “lugar” que asumamos como historiadores, hay “hechos” que no podemos soslayar y es que las Colonias recibieron educación católica (debido a la íntima relación existente entre el Estado español y la Iglesia Católica Romana). Dicho esto de otro modo, la colonización invistió un carácter político-religioso.

Los comienzos de la Educación Primaria

Podríamos preguntarnos ¿cuándo se encaró sistemáticamente la educación de las primeras letras, que nosotros daremos en llamar, más tardíamente (S. XIX) “primaria”? Es muy explícita la Real Cédula de 1509 al determinar que en cada población hubiera una persona – del clero – encargada de juntar los niños que vivieran cerca de la Iglesia a fin de impartirles educación cristiana y rudimentos básicos de lectura.

Ello nos permite aseverar que la primera instrucción recibida por los indígenas fue de carácter confesional.

Ya sabemos, pues, quiénes enseñaban, veamos ahora el qué y el cómo, es decir los contenidos y los métodos y procedimientos. Pero, aquí nos enfrentamos a una cuestión de orden ontológico:

  • Había quiénes negaban a los pobladores aborígenes su esencia racional.
  • Otros, en cambio, como Fray Bartolomé de las Casas, defendían su racionalidad y sus derechos.
  • La polémica, que en algunos momentos fue ardorosa, quedó definida en el Congreso de Teólogos y Filósofos, reunidos en Valladolid en 1550 que reconocían a los indígenas los derechos del hombre condensados en las Leyes de Indias.
  • Legalmente, los aborígenes fueron considerados siervos libres y, al mismo tiempo equiparados como menores que debían ser tutelados.

Los grandes educadores, que dejaron en América, la más honda huella fueron jesuitas, franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios.

Contenidos de aprendizaje

Se enseñaba a los niños indígenas a leer, escribir y contar. También estaba previsto iniciarlos en algunos oficios: zapateros, carpinteros, otros.

También fue preocupación de la metrópoli la educación de los hijos de los caciques. Por ejemplo las Ordenanzas de Zaragoza de 1518, dictadas por Carlos V, habían determinado que todos los hijos de caciques, menores de 10 años, se entregasen a los frailes dominicos y/o franciscanos para que les enseñasen a leer, escribir, y la doctrina católica. Debían permanecer con los frailes durante 4 años y luego debían ser devueltos a su padre.

El primer ensayo de un colegio para la educación de los hijos de los caciques se realizó en México y luego se irradió a los centros más significativos de las colonias.

Una mención especial merece la labor llevada a cabo por los jesuitas, quienes en su tarea de educar a los indígenas tuvieron a menudo dificultades por las cuestiones que se plantearon con el poder civil y los colonizadores, cuyos intereses económicos se oponían muchas veces a la acción de los evangelizadores. Por eso, como solución, se adoptó el sistema de las misiones, en la que se destacaron – por su obra excepcional, los jesuitas.

Las misiones jesuitas

Organizaron los indígenas en reducciones, en las que el gobierno estaba en manos de caciques, alcaldes y regidores indios, bajo la superintendencia de sacerdotes de la Compañía de Jesús. Esta acción educativa persiguió un triple objetivo:

  • Convertir a los aborígenes a la fe católica.
  • Incorporarlos a la cultura europea y
  • Utilizarlos en la producción, obligándoles al trabajo diario.

Los objetivos se lograron a través de un largo y difícil camino: Comenzaron por pacificarlos y reunirlos en reducciones, imponiéndoles hábitos de orden y de disciplina. A cada familia indígena le adjudicaban una propiedad, para que pudieran atender a su subsistencia. Luego los adoctrinaban en los principios de la religión católica, para ello tuvieron que aprender el idioma de los aborígenes y buscar en él las palabras o símbolos que les permitieran enseñar los misterios de la fe y hacerlos comprensibles. Les enseñaron oficios e industrias manufactureras y agropecuarias. Todos los indígenas debían trabajar tres días, por semana, en la tierra común, durante 4 o 5 horas, mientras se cantaban cánticos sagrados.

Esta obra gigantesca  que durante siglo y medio desarrollaron los jesuitas, fue interrumpida por su expulsión en 1767, por orden de Carlos III..

Las primeras escuelas funcionaron en los conventos.

En la segunda mitad del siglo XVIII se establecieron escuelas municipales (costeadas por los ayuntamientos).

Los franciscanos – que acompañaron a los fundadores de nuestras actuales provincias – fueron los que iniciaron la apertura de escuelas de primeras letras, a poco de instalar sus conventos. De ahí que iniciaran su acción educativa en nuestro país. Por ejemplo, en Tucumán, en 1565, luego en Santiago del Estero, Salta, Jujuy, La Rioja y Buenos Aires. En algunos lugares, su actividad fue exclusiva, en otros la compartieron con dominicos, mercedarios y jesuitas. En las escuelas de los conventos, la enseñanza fue gratuita.

Con el correr del tiempo, a las escuelas de los conventos se le sumaron las creadas en las parroquias.

A través de la repetición se llegaba al conocimiento

Las escuelas particulares se generalizaron desde los primeros decenios del siglo XVII. Se establecían cuando el Cabildo autorizaba a un laico para el ejercicio de la docencia. En ellas la enseñanza era costeada por los alumnos.

Francisco de Vitoria fue la primera persona autorizada en Buenos Aires para el ejercicio de la docencia, el 1° de agosto de 1605. Pidió que se le pagara un peso por cada mes a los que enseñara a leer y, a los que además enseñara a escribir y contar, 2 pesos por mes. No existen pruebas de que llegara a ejercer el magisterio.

Ya hablamos de los objetivos de la educación y de los contenidos, resta, pues, explicar con qué método y/o procedimiento se enseñaba. Predominaba el sistema basado en la memoria: de ahí que la didáctica empleada fuera la del método catequístico, es decir de preguntas y respuestas aprendidas de memoria. Es decir, a través de la repetición se llegaba al conocimiento.

El secundario

Los estudios que hoy denominamos “secundarios” se desarrollaron en nuestro país en el siglo XVII bajo el nombre de estudios preparatorios. Estuvieron a cargo del clero. Enseñaban gramática latina y retórica (en dos años). Se le incorporaba filosofía tomista.

El estudio del latín era indispensable para seguir estudios superiores: en las universidades las clases se dictaban en latín y, en los textos y los exámenes se hacía uso de dicha lengua. Ejemplo de Universidad: la de Córdoba (1613).

 

María Adela Suayter Monetti (1944), profesora en Pedagogía, doctora en Historia y magíster en Historia de Latinoamérica. Graduada MAGNA CUM LAUDE. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Tucumán. 1968. Se especializó en Historia de la Educación, disciplina lograda por concurso de antecedentes y oposición -desde el 21 de septiembre de 1971 hasta abril de 2008 (37 años sin interrupción). Obtuvo el título de Magister en Historia Latinoamericana de la Universidad Internacional de Andalucía. Se doctoró en Historia. En el 2008 se jubiló en Filosofía y Letras de la UNT, como profesora titular, con dedicación exclusiva en la Cátedra Historia de la Educación. Encargada del dictado de tres materias: Historia de la Educación ( Curso General). Historia de la Educación Latinoamericana. Historia de la Educación de Tucumán.